Saludos Viajeros. Tanto si eres un amateur y es solo para recibir a tus amigos en casa, como si eres un profesional del servicio de restauración (y no eres sumiller, claro), os presentamos algunos consejos para un buen servicio del vino.
LA ELECCIÓN DEL VINO
Este es un punto de partida básico. Dependiendo de la comida que ofreces, debes ser acorde en la medida de lo posible. No estamos hablando de hacer un maridaje, sino de intentar que el vino no agreda la comida o viceversa.
Para el amateur: ya conoces los gustos de tus amigos y/o conoces el menú. Consulta artículos sobre las premisas básicas sobre el maridaje. Un cava suele ser una buena opción.
Para el profesional: deja que el cliente pida lo que le gusta. Si no lo tienes, busca la opción más parecida. Cuidado con «sacarte» de encima stocks o descatalogados. Pan para hoy, hambre para mañana.
LA TEMPERATURA
En éste punto tampoco vamos a hablar de las temperaturas del servicio de cada vino, pues existen muchos ítems de consulta. Lo que si vamos es a intentar evitar son los errores típicos. Uno de los más producidos es que los tintos a temperatura ambiente van muy bien. Sí señor. Todos los tintos se engloban en «los tintos».
Verano. 30º en sala. Vino tinto en una estantería o en un almacén o mucho mejor, en la cocina. Pues nada. A beber caldo. Sin comentarios.
Otro error es servir las copas de vinos blancos, rosados o espumosos, hasta arriba. Ande o no ande, caballo grande. El vino pierde temperatura y la sensación de fresco desaparece para convertirse en sensación alcohólica o ácida.
DESCORCHAR EL VINO
Lo primero y sobre todo es no hacer ruido. Parece ser que sinónimo de abrir correctamente un vino (especialmente un espumoso) es haciendo ruido.
Un buen sacacorchos de dos tiempos es lo más adecuado. Pero eso no quiere decir que no haya otras opciones, que si las hay. De lámina, de pared, de pistola, de abrazadera, etc. El tema es, si el tirabuzón o espiral del sacacorchos atraviesa en su totalidad, pueden caer residuos en el interior de la botella y por supuesto en la primera copa.
Otra cosa que pasa, es quedarse corto de vueltas y al estirar el tapón se rompe. Aquí pasan dos cosas. O eres experimentado y puedes sacarlo en un segundo intento con el mismo sacacorchos o con uno de láminas, o te encuentras al iluminado de turno que coge un cuchillo y acaba hundiendo los restos del corcho en el interior de la botella al tiempo que exclama «si no pasa nada».
Oler el tapón, estaría bien. Te da información y te evita disgustos. Si no huele a nada o huele a vino, hemos superado la primera fase. Si huele a corcho, por favor, no lo sirvas.
No quiero dejar éste punto del descorche sin antes mencionar el decapsulado. Cortar la “coronilla” se suele hacer por debajo del segundo gollete de la botella, ya que el primero es el «salvagotas» natural de la misma. Y no entro en la habilidad de cada uno o no al servir, pues podemos salvar la situación utilizando un lito, una servilleta, etc.
La parafernalia absurda y retrograda de cuidadosamente quitar la corona sin acabar de separarla del resto de la cápsula, y, agujereando en círculo colocar el tapón colgando de la botella, solo se supera cuando se hace un lazo con una servilleta de papel o una corbata en el cuello de la botella. Wow!! Es lo máximo… Si.
DÓNDE SERVIR EL VINO
El tema de la decantación, bien por sedimentos o bien por oxigenación, lo dejamos aparte para otro artículo, aunque es un tema muy a tener en cuenta en el servicio del vino.
No vamos a la copa. La importancia del continente solo se ve superado por el contenido. Incluso a veces, al revés. Por favor, servir un vino en un vaso o copa de plástico es casi un insulto a su elaborador.
Otro elemento que merma calidad, aromas y sabores a un vino es ese maravillo vaso llamado zurito o chiquito. Y sobre todo, si se llena hasta arriba. Lo mismo. Ande o no ande, caballo grande.
Haz la prueba. Coge un zurito. Ponle un vino. Huele. Prueba. Acuérdate. Pasa el mismo vino de ese zurito a una copa. Huele (ya cambia). Prueba (¡¡¡ostras!!! También cambia).
No llenar en exceso la copa, también se agradece. Pues puedes jugar con los aromas en copa parada o agitada (o centrifugada, como dicen algunos).
Cambia la copa si cambias de vino, o como mínimo, vacíala para evitar que, si la siguiente botella no está correcta, no te vaya a fastidiar lo que te queda de la primera.
Para el amateur: Ten unas cuantas copas de vino en casa. Quedarás muy bien con tus invitados.
Para el profesional: por el amor de Dios, compra copas y cámbialas por esos horribles vasos. Venderás más vino (curiosamente, poniendo menos) y tus clientes disfrutaran más.
PROBAR EL VINO
Superada la fase del descorche, dar a probar el vino es interesante. Y un error habitual es dárselo a probar al «señor» y no entiendo porqué. Parece ser que le señor sabe más de vinos que la señora. Pues no. Muchas veces, es con la señora con la que debemos acertar, pues el señor, pide un vino para agasajarla a ella.
También otro motivo, es que la señora es más sensible a los matices. Y por descontado, existe el motivo principal, es que muchas veces, la señora sabe más.
Para no caer en situaciones incómodas, lo mejor es preguntar. Si te da vergüenza, pues se lo das a probar a quien te lo ha pedido.
En el servicio del vino, nos podemos encontrar con el que no tiene ni idea, pero necesita imperiosamente hacerse el interesante. Déjale que se luzca, pero con ciertos límites.
Puedes ver que para probar el vino hace unas cosas rarísimas que parece ser que aprendió en una película de Humphrey Bogart en el siglo pasado y en un vídeo de Martes y Trece. ¡¡¡Pues déjale que disfrute!!! Ahora bien. Si te dice que el vino está «picado» (palabra muy usada por el megaexperto que no sabe nada), puedes hacer dos cosas: cambiarlo directamente o probarlo. Y ambas cosas son lícitas. Si tiene razón el cliente y el vino no está correcto, por supuesto hay que cambiarlo. Si tienes razón tú, y el vino está bien, sé elegante y pídele que cambie de referencia. Ésta es una situación delicada. Pero mi consejo es no dejarse avasallar tampoco. Servicio si, servilismo, no. Eso de que el cliente siempre tiene razón, también quedó atrás.
COMENTARIOS Y ÚLTIMAS RECOMENDACIONES
Si eres el camarero de un local, hay algunas cosas que el cliente agradece y que no cuentan dinero. Solo es cuestión de tener una cierta sensibilidad en el servicio.
Dejar la botella en la mesa para que el cliente se sirva él mismo es más que lícito. Intenta que la etiqueta esté de cara a él y puedes ponerla sobre un plato o blonda.
Al dejar la botella o las copas, no golpear la mesa pues el ruido es gratuito y realmente no sirve para nada a pesar de la reafirmación de algunos que creen que al hacer ruido «se nota» el servicio.
No hacerse el listo. Hay clientes que saben mucho de vino. Si te hacen un comentario sobre un vino que realmente no conoces, dilo. No lo conozco. No pasa nada. No digas que sí que sí y luego es que no que no.
Cuidado con vinos que están abiertos y no conservados, pues ayer estaban buenos y hoy, ya no. Hay clientes que esto lo saben.
Recomendar el vino más caro que tienes no es sinónimo de éxito sin tener en cuenta la comida que piden. Precaución.
Y por último, cada día se aprende algo nuevo. Aprovéchate de los clientes con criterio y sus recomendaciones, pues suelen ser bastante prudentes y si te dan algún consejo, siempre es bueno escucharlo. De todo se aprende y se crece.
Javier Campo (Sumiller) para Soplos Viajeros